Ven y cuéntame dónde van los pájaros que anidan en tu cabeza
y vámonos con ellos,
un poco de revuelo nunca viene mal.
Regálame sesenta segundos de sinceridad arrolladora
y llórame en la cara cuánto puedes quererme.
Desnúdate, dame un minuto de piel…
...dame tu mejor fuego...y léeme.
Adivíname en la penumbra de mi latitud.
Dame 120 latidos por minuto
y cuando conquistemos el espacio
y explote el universo,
vísteme tan despacio que se me nuble la vista.
Mírame como al mar y a olas.
Dibújame un puente en sesenta segundos,
un cuadro con vistas...
de los que te invitan a vivir a todo color.
Mírame como si me conocieras de toda la vida,
como si me reconocieras entre mil y una personas con prisa.
¡Grita!
Que yo me paro...
y en menos de un minuto
te demuestro que no hay Dalí sin Gala,
ni París sin torre Eiffel.
Y te enseño mis heridas abiertas,
las de guerra y la munición que me queda.
Cierra los ojos e imagina que soy un piano,
dame un sol...,
no quiero más...
Un minuto de melodía y amanecerá todas las noches.
Respírame como si fuera tu primera bocanada de aire
en este puto mundo de gracias y desgracias.
Como si no existiera el universo ni la pandemia...
ni está guerra que separa y deja niños con la mente mutilada,
ni el caos ni el frío.
Dime en un minuto cuántos minutos perderías conmigo,
cuánta paciencia puedo robarte,
te las he robado todas creo...
cuántas ganas de saltar al vacío tienes...
y si te sobran segundos, me quedo...