Así era ella,
un cúmulo de constelaciones
y de universos que giraban cada vez
que levantaba su mirada.
Era ese huracán...
que te arrasaba sin avisar
y se llevaba por delante
toda tu vida de un plumazo.
Dejándote una mano delante
y otra detrás con total desencanto.
Ella era ese polvo de estrellas
que nunca parará para desear lo no deseado.
Ese sí y ese no en un momento no pronunciado.
Sin fuerzas se podrá quedar
y en el suelo jamás implorará una mano,
no por orgullo ni vanidad
sólo porque antes se la habían negado.
Polvo de estrellas que te atrapará
haciendo de tu vida ese sueño anhelado,
por muy mal que ella pueda estar
te empujará a hacer lo que nunca habría imaginado.
Ella era el todo y la nada
en el ser más imperfecto,
ya que la perfección
le quitaba los matices de su luz
y su fuerza en la batalla
y en las guerras que había ganado.
Y es que ella era una gran estrella
en un mundo estrellado
que llegó a convertirse
en polvo por no renunciar
a lo que todo el mundo
no había jamás valorado.
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