¿Recuerdas todo aquello que recuerdo?
Todo aquello que sé.
Todo aquello que tú deseas olvidar.
¿Lo recuerdas?...
El día que un café se volvió más
que sólo una taza de elixir compartido.
El día que un café se volvió tiempo para soñar,
ficción y realidad.
El día que un café se volvió suspiros exhalados al viento,
momentos únicos, irrepetibles.
Secretos confesados que ahí se quedaron con los posos del café
La noche que el aroma del café nos envolvió, nos sedujo.
Y nos bebimos el uno al otro.
La noche que el aroma del café nos provocó probarnos,
degustarnos y quemarnos lento los labios.
La noche que el aroma del grano,
nos hizo adictos al deseo.
Sabíamos que podríamos quemarnos,
pero aún así corrimos el riesgo,
bebimos gustosos el dulce
y a la vez amargo sabor de la temporalidad,
de la certidumbre,
del saber que un sólo café
nunca más nos dejaría satisfechos.
Una vez que se prueba
hay un deseo insaciable por seguirlo bebiendo.
El día que un café se volvió risas y tristezas.
Vivencias y recuerdos.
El día que un café se volvió música
que nos envolvía mientras nos mirábamos a los ojos.
Y esa misma canción me la susurrabas al oído
porque sabías cuanto me gustaba.
El día que un café se volvió silencios
que apenas duraban segundos;
de esos que lo dicen todo y a la vez nada.
El día que un café se volvió premura
por sumergirnos en la oscura vorágine
agitada por nuestras cucharas.
Tal vez nos bebimos demasiado rápido.
Tal vez nos bebimos demasiado lento.
Tal vez fuimos como una taza de expresso:
breve pero intenso.
Cada uno tuvo sus motivos,
sus razones, no lo sé…
Pero está claro que un café no es sólo un café...
A pesar del miedo a quemarme.
Sé que necesito del café y me encanta necesitarlo.
No podría rechazar una invitación a tomarlo.
Rechazar un café...
es rechazar una oportunidad de charlar o algo más.
Rechazar un café...
es perder la posibilidad de sumergirnos en los posos,
en las largas y profundas miradas
que devienen una vez consumado el deseo.
Un café nunca más será sólo un café...
La próxima vez que escuches la frase insinuante e invitadora:
“venga; sólo es un café”
Te apostaría que dejarás pasar el inaudible
“nunca”
que va delante,
el que lo dice todo
y a la vez nada,
el “nunca”
de arriesgarlo todo a una mano,
a un instante,
a un momento… a un café.
(Porque nunca volveremos a saborear un café del mismo modo)